jueves, agosto 25, 2005

Túnez

Ayer por la tarde tuve una larga y amigable charla tomando café en La Llimona con unos amigos que habían pasado diez días de vacaciones en Túnez. Entre las típicas anécdotas (que si Fulano se deprimió porque echaba de menos a la novia, que si Mengano se discutió con la novia de Sotano, además de diversas anécdotas de sus aventuritas por el desierto del Sahara) me contaron un detalle revelador sobre como se vive en su país.
La descripción de un hospital al que tuvieron que ir (una tontaina se había dedicado a sobar a un chucho de un poblado del desierto hasta que este le dió un mordisco en la mano) no tenía desperdicio: que incluía carteles sobre vacunación colgados cuando Franco aún no era pasto de gusanos, cortinas manchadas de sangre seca (supongo que serían el decorado perfecto para la enésima secuela de Scream) y un tomo donde se apuntaban el nombre de todos los pacientes que alguna vez habían visitado la consulta y que parecía haber estado siempre ahí, tanto que parecía haber estado ahí antes ya de la Primera Guerra Púnica.
Otra cuestión interesante era el hecho que la frontera con Argelia estaba cerrada a cal y canto (me imagino los campos de minas debajo de las dunas y las patrullas militares rondando) y que todos los tunecinos con quienes hablaron echaban pestes de los argelinos (descritos con epítetos como "borrachos" y "degenerados"). En cambio, todo lo contrario respecto a sus vecinos libios, para quienes sólo tenían buenas palabras. Es de suponer que nada tendrá que ver con este estado de ánimo tan positivo el hecho que, como ellos mismos pudieron comprobar, se podían ver en la frontera con sus vecinos del sur por doquier gran cantidad de vehículos particulares cargados hasta los topes con voluminosos bidones; al preguntar sobre si contenían aceite (oil), la respuesta fué "gasolina" (gasoil), ya que parece ser que Libia, un enorme país que cuenta con unas aún más enormes reservas de petróleo y con sólo unos cinco millones de habitantes, vende el petróleo producido en el país a un precio muy bajo a los tunecinos (que son más de nueve millones). Como decía, este detalle no debe resultar nada significativo para que existan tan buenas relaciones...
Mis amigos también se trajeron algunas monedas de recuerdo. Al observarlas con algo de atención, pude observar que en la cara de una de ellas se podía observar la figura de una mujer segando un campo. No deja de ser eso curioso de ver en un país de inmensa mayoría musulmana. Al preguntarles al respecto, me comentaron que la religión parecían vivirla según el viejo dicho de "Hoy peco y mañana ya haré penitencia". Un amigo, que antes ya había estado en Esmirna (Turquía), me comentó que al contrario que ahí (donde la gente llegaba a aparcar el coche en las autopistas y rezar en el primer sitio que encontraban), en Túnez era raro ver a la gente se lanzase a rezar al suelo a las preceptivas horas de oración. Y al preguntar el colega a un recepcionista del hotel donde se alojaban que como era que no se oía la tradicional llamada desde las mezquitas a la oración del amanecer, la respuesta fue "Oh, si que se pone, pero flojito, para no molestar a nadie con el ruido".
Otro detalle interesante fue observar que una de las monedas (de 1976, según la inscripción) recordaba a las antiguas monedas grandotas de cinco duros que tenían la cara de Franco (siendo malicioso, aquí la cosa no ha cambiado demasiado: ahora ponen la cara de Juan Carlos de Borbón :P). Esto les llevó a contarme que el país cuenta, en casi cada pared, con una gran foto de su Presidente. Estas fotos podían ser del (podríamos llamar) tipo A (el Presidente Ben Ali, sonriente, alargando una amigable y voluntoriosa mano al objetivo) y del tipo B (el Presidente Ben Ali, siempre sonriente, con las manos cogidas en un gesto triunfal). Una de las fotos del tipo B estaba enmarcada en el hall del Hotel y a uno de los colegas no se le ocurrió otra cosa sino ponerse debajo de la foto y hacerse una foto imitando la pose del Presidente Ben Ali; este gesto fué premiado con graves miradas cargadas de reproche por parte del personal del Hotel.
Sobre este Presidente (el término dictador se le ajustaría mejor) Ben Ali, me he entretenido a buscar algo información sobre él en Google. Leyendo, encontré una frase suya que data del 7 de noviembre de 1987: "A partir de hoy, ya no habrá más oposición". Sin lugar a dudas, las periódicas elecciones que lo llevan reeligiendo desde entonces deben de ser limpias e irreprochables contando con tal esforzado garante...
Y hasta aquí llega este post de hoy. Como se suele decir, colorín colorado, este cuento se ha acabado.