domingo, junio 12, 2005

¿Arde Bolivia?

Estas últimas semanas, como supongo que ya sabreis, está teniendo lugar en este país de América de Sur una revuelta social de las clases populares e indígenas en las regiones más empobrecidas del este del país y que han paralizado casi completamente el país, exigiendo (ante todo) la nacionalización por parte del Estado de la producción de hidrocarburos, hoy en manos de compañías transnacionales como la española REPSOL-YPF o la francesa Total, entre algunas otras. Yo, como soy curioso por naturaleza, he ido informándome sobre el desarrollo de los acontecimientos y las perspectivas que veo al respecto son moderadamente optimistas (cosa rara, pero bueno ;)).

Por una parte, este movimiento popular revolucionario (se puede calificar así sin ambajes) ha alcanzado un grado de movilización que conlleva que, difícilmente, pueda ser toreado. Hoy mismo he leido una información de una fuente que parece fiable que parece indicar que, en breve, las movilizaciones rebrotarán con más fuerza. Esto refuerza la impresión que me llevé el viernes al saber de la elección, como nuevo Presidente, del jefe de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez, quién parece no ser muy partidario de emplear a las Fuerzas Armadas en este proceso. Como decía, mi impresión se fundamenta en esta otra información, que mostraba la formación de un poder popular que adolece, a mi parecer, de falta de coordinación entre las diversas organizaciones que impulsan las movilizaciones. A esto se añade la existencia de sectores moderados, partidarios de seguir los cauces constitucionales, y otros radicales y de carácter revolucionario que abogan por la toma inmediata del poder, dada la situación de extrema debilidad del Estado boliviano. Es por todo esto que creo que se ha acordado en darse a si mismos un periodo (que sea relativamente corto o largo, eso ya depende del desarrollo de los acontecimientos) de reflexión y reorganización antes de seguir el camino emprendido.

Otro punto de conflicto en esta caldeada situación son los partidarios de la autonomía de las regiones occidentales del país (donde se hallan también el grueso de las riquezas de hidrocarburos del país), en contraposición al centralismo estatal que ha existido hasta ahora. Este partido está impulsado por ciertos empresarios de Sucre, la capital económica del país. También parece que disponen de ciertos grupos paramilitares armados. Todos ellos apoyan la consecución de un referéndum sobre la autonomía de esta región para agosto de este mismo año, se cuente (o no) con el consentimiento del gobierno estatal. Las razones de fondo que pueden haber detrás de este movimiento político responden, muy probablemente, a los intereses de los EEUU y otros gobiernos occidentales para no perder el control de los recursos naturales bolivianos en caso de que tuviese lugar una revolución que derrocase al régimen liberal. Este extremo (nada descartable) seguramente supondría un foco de inestabilidad para el resto de regímenes liberales de América del Sur, que ya andan bastante revueltos (véase Perú, Argentina, Brasil...).

Las alternativas para oligarquía y las élites bolivianas se han reducido drásticamente. El Ejército ya no es una herramienta represora de confianza ya que, por lo que parece, se encuentra dividido entre militares reaccionarios dispuestos a aplastar las movilizaciones con todos los medios a su alcance, otros militares que se limitarían a mantenerse fieles a la Constitución y otros que serían favorables a ponerse del lado de los movimientos campesinos; el ejemplo de Hugo Chávez y el fracasado golpe de estado de las oligarquías dado por abril de 2002 aún está en la memoria de muchos. Por otro lado, las compañías transnacionales ya amenazaron con llevar a los tribunales al gobierno del caído Carlos Mesa que, presionado por los movimientos populares, aprobó recientemente una subida de los impuestos sobre los beneficios de las empresas de hidrocarburos hasta el 36%. Es de suponer que una nacionalización motivaría represalias tanto por parte de estas compañías como de los gobiernos de los paises occidentales. No deja de ser curioso que fuese precisamente ayer que el G-8 anunciase la condonación, en el plazo de 18 meses y siempre que se cumplan una serie de requisitos, de la deuda externa a 18 paises, entre los cuales se encuentra Bolivia. Tampoco deja de ser indicativo que, según se pudo leer en La Vanguardia Digital (aunque, curiosamente, este dato no viene recogido en su edición impresa de hoy, 12-VI-2005), la nota también menciona como requisito el que haya instituciones y fiscalidad "transparentes" y "estabilidad económica" para fomentar el sector privado y atraer inversiones. ¿Se trata de una zanahoria para futuros gobiernos bolivianos para que se olviden de las reivindicaciones populares? Aún no hay nada decidido, pero como me dijo un compañero mío de facultad: "espero que esto acabe mal para los políticos".