domingo, enero 29, 2006

Democracia y Paz

El problema con la democracia

Robert Fisk
La Jornada

¡Oh, no! ¿Otra vez más democracia? No fue esto lo que le regalamos a esos argelinos en 1990? ¿Y no nos retribuyeron por ello con el lindo regalo de un gobierno islamita para luego, con toda benevolencia, cancelar la segunda ronda electoral? ¡Gracias al cielo por eso!

Cierto, los afganos eligieron a una serie de representantes a pesar de que entre ellos figuran varios señores de la guerra y asesinos. Luego los iraquíes eligieron el año pasado al partido Dawa para encabezar el poder en Bagdad; el mismo que es responsable (no hablemos de esto en Washington) de la mayoría de los secuestros de occidentales en Beirut durante los años 80, del coche bomba del fallecido Emir y de los atentados contra las embajadas estadunidense y francesa en Kuwait.

Y ahora, horror de horrores, los palestinos eligieron al partido equivocado para ejercer el poder. Se suponía que debían apoyar al amistoso, pro Occidental, corrupto y absolutamente leal a Estados Unidos Fatah, que había prometido "controlarlos", a diferencia de Hamas, que se comprometió a representarlos. Bingo, volvieron a elegir al partido político equivocado.

Resultado: 76 de un total de 132 escaños parlamentarios. Con eso tenemos. Maldita sea la democracia. ¿Qué vamos a hacer con gente que no vota como debería?

En los años 30, los británicos encarcelaban a los egipcios que se volvieran en contra del gobierno del rey Farouk. Fue así como se originó la estructura del gobierno antidemocrático que siguió posteriormente. Los franceses encarcelaba a los libaneses cuando se ponían exigentes, y después los franceses salieron de Líbano.

Pero siempre hemos esperado que los gobiernos árabes hagan lo que se les dice. Por eso hoy en día esperamos que los sirios se comporten, que los iraníes respeten nuestros deseos en lo referente a lo nuclear (aunque no hayan hecho nada ilegal) y que Corea del Norte entregue sus armas nucleares (a pesar de que las tiene y, por tanto, no se le puede atacar).

Dejemos que el fardo del poder pese sobre los hombros del partido. Dejemos que el peso de la responsabilidad hacia el pueblo caiga sobre ellos. Nosotros los británicos nunca le hablaríamos al ERI, al Eoka o al Mau Mau. Pero llegado el momento, Gerry Adams, el arzobispo Makarios y Jomo Kenyatta vineron a tomar té con la reina. Los estadunidenses nunca le hablarían a sus enemigos de Vietnam del Norte. Sin embargo, lo hicieron: en París.

No, Al Qaeda no hará eso. Pero los líderes iraquíes de la insurgencia en Mesopotamia lo harán. Ya hablaron con los británicos en 1920, y hablarán con los estadunidenses en 2006.

En 1983, Hamas habló con Israel. Le habló de forma muy directa sobre el incremento de las mezquitas y de la enseñanza religiosa. El ejército israelí alardeó sobre esto en la primera plana del Jerusalem Post. En esos tiempos, parecía que la OLP iba a acatar las resoluciones de Oslo.

Si entonces nada indicaba que hubiera algo de malo en continuar las conversaciones con Hamas, ¿por qué ahora parece algo tan imposible?

No mucho después de que el liderazgo de Hamas se exilió en el sur de Líbano, uno de los principales miembros de la organización armada me escuchó decir que yo iba camino a Israel. "Será mejor que llame a Shimon Peres. Este es el teléfono de su casa", me dijo.

El número telefónico era correcto. Aquí estaba la prueba de que los líderes de la jerarquía del movimiento más extremo entre los palestinos le hablaban a los políticos israelíes de más alto rango.

Los israelíes conocen bien al liderazgo de Hamas. Y el liderazgo palestino conoce bien a los israelíes. No tiene caso que nosotros los periodistas queramos dar a entender lo contrario. Nuestros enemigos invariablemente se convierten en nuestros mejores amigos y nuestros amigos, tristemente, se vuelven nuestros enemigos.

Qué ecuación terrible, pero debemos comprender la historia de nuestros padres. Mi padre, que fue soldado en la Primera Guerra Mundial, me legó un mapa según el cual los británicos y franceses dominaban Medio Oriente. Los estadunidenses han tratado, en vano, de dominar el mapa desde la Segunda Guerra Mundial. Han fracasado. Desde entonces, nuestra maldición es seguir dominando.

Qué terrible es hablar con quienes han asesinado a nuestros hijos. Es indecible tener que conversar con los que tienen en las manos la sangre de nuestros hermanos. Sin duda esto era lo que pensaban los estadunidenses que creían en la independencia cuando los ingleses les disparaban.

Corresponderá a los iraquíes tratar con Al Qaeda. Esa es su carga, no la nuestra. Sin embargo, a lo largo de la historia hemos terminado por hablar con nuestros enemigos. Hablamos con los representantes del emperador de Japón. Al final, tuvimos que aceptar la rendición del Reich alemán del sucesor de Adolfo Hitler. Hoy en día, comerciamos alegremente con japoneses, alemanes e italianos.

Medio Oriente jamás fue el sucesor de la Alemania nazi o la Italia fascista, pese a la basura que digan los señores Bush y Blair. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que podarmos deshacernos de la carga de ésta, la más titánica de las guerras, y podamos ver nuestro futuro, no como algo igual a nuestro pasado, sino como una realidad?

Ciertamente, en una era en que nuestros gobiernos ya no están formados por hombres y mujeres que tienen la experiencia de la guerra, debemos dirigir a un pueblo con el entendimiento de lo que significa una guerra. La democracia no es lo que dice Hollywood que es. No es lo que aparece en los documentales. La democracia significa verdadera libertad, no sólo para las personas que nosotros escogemos para que sean electas y ejerzan el poder.

Y ese es el problema en Medio Oriente.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca